Seguidores

viernes, 24 de febrero de 2012

Te miré en silencio


Te miré en silencio.

Hoy te vi pasar.
Mi mente se remontó a los años de mi juventud, era un adolescente tímido, romántico y soñador. Parece que fuera hoy, ibas con tus amigas, te miré y quedé extasiado, tu largo cabello, tu figura, tu manera de caminar, oí tu risa, volvías de la escuela.
Extasiado, sin pronunciar palabra, me quedé paralizado y absorto, mis amigos se burlaron de mi, “¡Dále, bobo!”, y seguí mi camino. Pero sé que algo de mi quedó allí, contemplándote, vos, ni siquiera te enteraste.
Cada vez que podía me llegaba sólo para contemplarte, una vez pasaste a mi lado y pude ver tus ojos claros, al cruzarnos me miraste, sentí galopar mi corazón en el pecho, me volví para ver como te alejabas, hubiera querido decirte, no sé, “hola”, pero no pude, boquiabierto me quedé hasta que te perdiste al doblar la esquina.
Las tardes de un pueblo no tienen muchas opciones, pero en aquel entonces en una esquina recuerdo una calesita, las risas de los niños y el llanto del que no quería bajarse, ese girar multicolor frente a mi, con la música de aquellos años. Un santiagueño que le cantaba a su tierra, o a esa mujer, diciéndole; “Jamás podré olvidar, la noche que te besé”, otro decía:  “Fuiste mía un verano” . El grupo de muchachos, bochincheros, nos reuníamos allí, presumiendo a las chicas, vos también estabas, te miraba deseoso de que lo hicieras también, pero no, solo reías con tu grupo de amigas, suspirando al escuchar tu tema favorito, un día escuché tu nombre; “Paula”, y desde entonces mi almohada guardó el secreto, lo repetía hasta en mis sueños.
Crecimos, los bailes comenzaron a ser el punto de reunión, había que ir de traje, zapatos muy bien lustrados, y tener que ser catalogados por las madres (allí presentes), si ellas te desaprobaban, ya no tenias opción.
Había que arriesgarse a ser rechazado para salir a bailar, estabas sentada en una mesa con tus amigas y sus madres, te pedía en silencio que por favor me miraras, no me atrevía a arrimarme a tu mesa , tu belleza me cohibía, así que junté valor y me dije a mi mismo, “¡Vamos!”, pero él se me adelantó, lo vi arrimarse, te habló, le sonreíste y salieron a bailar, así fue toda la noche, cundió mi desazón, tuve que contener mi bronca, mis amigos me decían , “¿viste? , ¿que te dije?, encarala”, mi respuesta solo fue una mentira, “¡báh!, que me importa”.
El tiempo fue pasando y en los lugares comunes, siempre te veía……..estabas con él.
La vida hizo que tomáramos diferentes caminos, varias décadas pasaron, cada quien edificó su vida.
Hoy, después de tantos años, de nuevo te vi pasar, me miraste, tus ojos eran tan claros como antes, pero ya no eran indiferentes, sólo fue un instante el cruce de miradas, pero volví a sentir esa misma sensación de otrora, mi corazón  de nuevo se sintió un potro desbocado, la pequeña que iba de tu mano dijo, “¡Allí abu, allí!”, Y hacia ese lugar  salieron presurosas las dos, de nuevo te ví alejarte.
Siempre te miré al pasar, eras mi sueño.
Ella me sacó de mi obtracismo, tironeando mi mano dijo; “¡Dale abuelo, allá hay una hamaca!”.

2 comentarios:

  1. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy... Emotivo relato, y también, muy creíble.

    ResponderEliminar
  2. Cuando lo leí encontré varios pasajes de mi vida, a excepción del final. Cosas que pasan.

    ResponderEliminar