Te miré en silencio.
Hoy te vi pasar.
Mi mente se remontó a los años de mi juventud, era un
adolescente tímido, romántico y soñador. Parece que fuera hoy, ibas con tus
amigas, te miré y quedé extasiado, tu largo cabello, tu figura, tu manera de
caminar, oí tu risa, volvías de la escuela.
Extasiado, sin pronunciar palabra, me quedé paralizado y
absorto, mis amigos se burlaron de mi, “¡Dále, bobo!”, y seguí mi camino. Pero
sé que algo de mi quedó allí, contemplándote, vos, ni siquiera te enteraste.
Cada vez que podía me llegaba sólo para contemplarte, una vez
pasaste a mi lado y pude ver tus ojos claros, al cruzarnos me miraste, sentí
galopar mi corazón en el pecho, me volví para ver como te alejabas, hubiera
querido decirte, no sé, “hola”, pero no pude, boquiabierto me quedé hasta que
te perdiste al doblar la esquina.
Las tardes de un pueblo no tienen muchas opciones, pero en
aquel entonces en una esquina recuerdo una calesita, las risas de los niños y
el llanto del que no quería bajarse, ese girar multicolor frente a mi, con la
música de aquellos años. Un santiagueño que le cantaba a su tierra, o a esa
mujer, diciéndole; “Jamás podré olvidar, la noche que te besé”, otro decía: “Fuiste mía un verano” . El grupo de
muchachos, bochincheros, nos reuníamos allí, presumiendo a las chicas, vos
también estabas, te miraba deseoso de que lo hicieras también, pero no, solo reías
con tu grupo de amigas, suspirando al escuchar tu tema favorito, un día escuché
tu nombre; “Paula”, y desde entonces mi almohada guardó el secreto, lo repetía
hasta en mis sueños.
Crecimos, los bailes comenzaron a ser el punto de reunión,
había que ir de traje, zapatos muy bien lustrados, y tener que ser catalogados
por las madres (allí presentes), si ellas te desaprobaban, ya no tenias opción.
Había que arriesgarse a ser rechazado para salir a bailar,
estabas sentada en una mesa con tus amigas y sus madres, te pedía en silencio
que por favor me miraras, no me atrevía a arrimarme a tu mesa , tu belleza me
cohibía, así que junté valor y me dije a mi mismo, “¡Vamos!”, pero él se me
adelantó, lo vi arrimarse, te habló, le sonreíste y salieron a bailar, así fue
toda la noche, cundió mi desazón, tuve que contener mi bronca, mis amigos me
decían , “¿viste? , ¿que te dije?, encarala”, mi respuesta solo fue una
mentira, “¡báh!, que me importa”.
El tiempo fue pasando y en los lugares comunes, siempre te
veía……..estabas con él.
La vida hizo que tomáramos diferentes caminos, varias
décadas pasaron, cada quien edificó su vida.
Hoy, después de tantos años, de nuevo te vi pasar, me miraste,
tus ojos eran tan claros como antes, pero ya no eran indiferentes, sólo fue un
instante el cruce de miradas, pero volví a sentir esa misma sensación de
otrora, mi corazón de nuevo se sintió un
potro desbocado, la pequeña que iba de tu mano dijo, “¡Allí abu, allí!”, Y hacia
ese lugar salieron presurosas las dos,
de nuevo te ví alejarte.
Siempre te miré al pasar, eras mi sueño.
Ella me sacó de mi obtracismo, tironeando mi mano dijo;
“¡Dale abuelo, allá hay una hamaca!”.
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy... Emotivo relato, y también, muy creíble.
ResponderEliminarCuando lo leí encontré varios pasajes de mi vida, a excepción del final. Cosas que pasan.
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