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jueves, 23 de febrero de 2012

La gata


La gata

-¡Esto no puede ser!, gritó azotando el periódico sobre el sillón.
-Por favor Roberto, ¡no hagas tanto escándalo!, trata de razonar, puedes estar equivocado. Le dijo mientras acomodaba las flores del jarrón, (siempre lo hace).
-Señor…
-Por favor Ramona, ¡ahora no!, ¿no ve que estoy ocupado?
-Pero señor yo…
-¡Basta ¡, ¡retírese ya!, ocúpese de sus cosas.
-Si señor como usted diga, (se alejó mascullando y golpeando con fuerza la puerta que da a la cocina). Ramona, es muy paciente, pero hoy la sacaron de sus casillas, tironeando el cuello de ese uniforme a cuadros que tanto odia, se acerco a la mesada, la gata maullando con la cola muy levantada le dio la bienvenida, Ramona tomo un trozo de queso y se lo arrojó, la gata agradecida.
En el living el escándalo seguía, Roberto vociferando, Natalia, su mujer tratando de calmarlo. El decía;
 “-¡los deje acá!”, “¡alguien los tomó!”. -Amor no había nadie en la casa, ¿lo recuerdas?, le respondió dulcemente.
Algo mas calmo se sentó en la sala y pidió un café, Natalia se lo pidió a Ramona, esta a regañadientes asintió.
Comenzó a sonar el teléfono, Ramona, que llegaba, dejo el café sobre la mesa ratona y atendió.
-Holaaaa, si, diga, ¿Qué?, ¿gatito?, acá sólo hay una gata, ¿usted con quién quiere hablar?, hola, hola, ¡cortó!, esta debe estar loca, quería hablar con el “gatito”.
Roberto desparramó el café sobre su camisa, para colmo estaba caliente, (el café) Natalia lo miró intrigada, -¡he! ¿Que te pasa?, el visiblemente consternado solo atino a balbucear algún monosílabo. ¡Estás muy torpe! -Lo se, (asintió), hoy no es mi día, visiblemente molesto se quitó la camisa y con el celular en la mano salió al parque.
Ramona desde la cocina alcanzó a escuchar; “Te dije que no me llamaras, lo se, pero acá no”, Ramona sacudió la cabeza y siguió en lo suyo.
Natalia salió de improviso al jardín, sorprendiendo a Roberto que siguió hablando,
-Ok Gustavo, lo charlamos mañana, seguiré buscando, nos vemos.
-¿Gustavo? , si estuvo recién contigo, ¡estas transpirando!, (Natalia no perdía detalles). -Lo se, pero estoy tan preocupado por esos documentos, son muy importantes, estoy tan seguro que mientras estabas en casa de tu madre, volví y los dejé sobre la mesa del comedor, era domingo nadie estaba en la casa, te pedí quedarme sólo para poder terminar con eso.
 -Me voy a cambiar. Ella sacudió la cabeza.
Al cruzar el comedor, la gata refregándose en la pata de la mesa le maulló, el la miró con desprecio, y subió las escaleras

Ya, sobre el mediodía, sentados a la mesa, seguía el comentario sobre los famosos documentos, la pareja y sus hijos departían la charla, mientras Ramona servia la comida.
El comentaba que en esos documentos estaba el mejor negocio de su vida, no podía perderlos.
Mientras todos comenzaban a comer, Ramona comentó; “-Señor esta mañana cuando llegué, encontré mi cama deshecha, y bajo la misma un montón de papeles desparramados”.
Roberto sobresaltado, se ahogo con la comida. Natalia dijo, “-¿Habrá sido la gata?”.
Ramona respondió, “-Seguro que fue la gata”.
¿Dije que se llamaba Lulú?
Lulú, levanto su cola, miró a Roberto con desafío y salio como una princesa al parque.

El sintió dos puñales en la mirada de su esposa.
Ella muy diplomática le dice mientras saborea su comida, “-Amor, no imagino como fueron a parar “tus” papeles a la habitación de Ramona”.
El visiblemente turbado, sin atinar a responder, buscaba una salida, pero la mirada de Natalia le impedía pensar, Ramona se alejo tarareando, esta ves cerró la puerta con suavidad. Desde la ventana divisó a Lulú tratando de atrapar una mariposa.

El pensó, -¿Cómo pude ser tan estúpido? , no recordaba donde había dejado esos documentos.
Verónica era una mujer sensual, su juventud y su belleza lo fascinaban, no era para menos, ella sabía como manejar a un hombre, más si tenía dinero y era tan enamoradizo.
Se citaron en un bar, ella pidió un daikiri, el con su eterno escoses, se sintió dueño del mundo, mientras ella con una voz suave y seductora le hacia mil halagos.
 -Quisiera hacerte mía, atino a decir Roberto, ella solo sonrió, lo miró con picardía mientras que tomándolo de la corbata lo arrimó a sus labios, ese beso lo transportó sobre una nube.
-Me recomendaron un motel sobre la panamericana, (comenzó a decir) ella apoyando sus dedos sobre los labios lo hizo callar. -No amor, no te confundas, no soy un programa de motel, el extrañado y con un gesto de manos abiertas, la miró buscando una respuesta, ella con una sonrisa, dijo; “-A un motel ¡no!”.
Buscó argumentos para insistir, pero ella jugando con el dedo dentro de su camisa, volvió a repetir lo mismo. Prosiguió, -¿Acaso no tienes un lugar más íntimo, picaron?
Roberto no quería dejar pasar esta oportunidad, ¿Cuándo volvería a repetirse? Así que sólo le quedaba una solución. Pensó, sus hijos estaban en la quinta de un amigo, Natalia en casa de su madre, la empleada tenia el día franco, todo era perfecto, se lo comunicó y ella aceptó.

El BMW rugió por la avenida, los semáforos aumentaban su nerviosismo. La casa estaba situada en un barrio residencial, de profusa arboleda, veredas angostas y amplios jardines, calles empedradas de adoquín, lo que diríamos, un barrio paquete.
Al llegar, la calle estaba desierta, eso lo tranquilizó, el control remoto le franqueó la entrada, al cerrarse tras ellos los ligustros impedían la visión al interior del parque.
Busco una excusa elegante, para no subir a su dormitorio, ella con su eterna sonrisa asintió, la habitación de Ramona estaba prolijamente acomodada, un maullido lo sobresaltó. -¡Épa! , dijo ella, ¿Qué pasa?, el hizo un gesto vago y la invitó a pasar, dejó su maletín sobre un mueble, y con un gesto de macho mundano, dijo; “-Ya vuelvo, traeré algo para tomar”, ¿Champagne?, -¡Brutal! , dijo ella.
Roberto se alejo contento hacia la cocina, no podría haberle salido mejor, sin imaginar el tiempo que tardó, volvió con dos copas y una botella bien helada. -¿Cómo?, ¿no te has puesto cómoda?
 -Te esperaba a vos, dijo ella mientras lo miraba con esos ojos que lo invitaba al juego amoroso.

Volvió a la realidad, la mirada de su esposa, lo seguía acosando, sin pensarlo más, se levanto de la mesa y sin decir palabra, se dirigió a la habitación de la empleada, sobre el mueble estaba su maletín, Ramona había juntado los papeles y los depositó junto al mismo.
Comenzó a ordenar, algunas hojas estaban dobladas, ¿Como pudieron caerse solas? si estaba cerrado, las hojas se habían desparramado. Algo que brillaba en el piso le llamó la atención, eran sus llaves, no se había percatado que le faltaban, cuando Verónica insistió en regresar a su casa en taxi, el abrió con el control remoto. Ella y su enorme bolso, nunca entendió por que llevan tantas cosas las mujeres.
Al abrirlo le llamo la atención que el mismo estaba sin llaves, el interior estaba revuelto, y allí comprendió.
Ya era tarde, cheques, valores, dólares y tarjetas habían desaparecido. El -¡Noooo! Que surgió de su garganta, fue desgarrador, con la cabeza entre las manos se dejó caer sobre la cama, se sentía derrotado, deseaba llorar, gritar, romper cosas, ¿Qué le diría a su mujer?
Desaparecer el portafolios no podía, Ramona lo había visto, ni siquiera reportarlo como robado. Llamó a Verónica dispuesto a todo, solo una voz de computadora le respondió, “El número solicitado se encuentra fuera de servicio”, encendió un cigarrillo y salió al parque a tomar aire, ya nada podía hacer, al pasar por la ventana de la cocina, vio que Ramona estaba alegre disfrutando de buena música, se oía aquel tema que decía……
“La vida te da sorpresas… sorpresas te da la vida.”
Al pasar Lulú solo lo miró, y siguió su camino, como siempre con la cola en alto y su andar ondulante como una princesa.
Al fin y al cabo, ella, era La gata.

1 comentario:

  1. Me gustó mucho la historia. La contínua referencia a la gata le da unidad y misterio. Uno queda enganchado desde el comienzo, y el final es muy adecuado. Muy bueno.

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